Consejos para compartir piso

Emanciparse. Compartir apartamento. Una aventura que puede resultar inolvidable y de la que quizá surjan esos “amigos para siempre” de los que hablaba la canción… o, por el contrario, convertirse en un auténtico campo de batalla insoportable que te haga pelearte con tu mejor amiga de siempre. ¿La diferencia entre un panorama y otro? Observar algunas sencillas, pero indispensables, normas básicas.

La aventura de compartir piso con un@ o vari@s compañeras es algo que no vas a olvidar en la vida. Utilizar el mismo sofá, mesa y cuarto de baño puede convertiros en l@s mejores amig@s y proporcionaros un montón de momentos y vivencias irrepetibles. Sin embargo, el lado oscuro del tema es que, con la misma facilidad, esa experiencia puede transformarse en un infi erno del que estés deseando salir por piernas. La diferencia entre ambos escenarios depende, por completo, de la actitud que adoptéis los que viváis en la casa. Afortunadamente, hay una palabra mágica para conseguir esa convivencia satisfactoria para tod@s: respeto.

Eva Costa (22 años) lo tiene claro: “La primera vez que compartí piso con dos compañeras fue un desastre. Dejaban sus cosas tiradas por todas partes. Cada día me veía obligada a limpiar la bañera de pelos que no eran míos y, por si fuera poco, cada dos por tres tenía la casa llena de gente que no conocía y que se comportaba como si la forastera fuera yo. Lo pasé fatal. Al año siguiente me cambié de piso y decidí dejar las cosas muy claras con mis nuevas compañeras. Fijamos unas normas obligatorias para todas las del piso, sin excepciones… y todo ha ido como la seda desde entonces. La clave es pensar también en las necesidades de las otras y no sólo en una misma.”

Las claves de la convivencia

Aunque tener por primera vez tu propia casa te proporciona una libertad como nunca has conocido, debes recordar siempre que el piso no es sólo tuyo, y que tus compañer@ s tienen los mismos derechos y deberes que tú. O lo que es lo mismo: ni eres la princesa del castillo, ni la chacha de nadie. Para evitar malentendidos y aseguraros una cohabitación pacífica, lo mejor es fi jar desde el primer día unas normas sencillas pero estrictas en unas áreas básicas: la limpieza, el uso de los espacios comunes, la distribución de todas las tareas y un justo reparto de los gastos.

Judith Morales (19) nos proporciona un buen ejemplo. “Cuando empezamos a compartir piso tuvimos problemas. Aunque nos conocíamos de antes y había buen rollito entre nosotras, ¡el primer mes fue de peleas continuas! Cada una hacía lo que le daba la gana. Los platos se amontonaban en la encimera; parecía que coleccionáramos bolsas de basura en el patio de luces y no había forma de estudiar con todo el ruido que armaban las otras. ¡Empecé a no soportar a mis amigas! Entonces nos reunimos y decidimos hacer como Moisés: redactar los 10 Mandamientos que todas nos comprometimos a cumplir a rajatabla. Desde aquel momento, hemos vuelto a ser como siempre y estamos súper bien juntas.”

Marcar los límites

Si decidís marcar unas normas, lo mejor es procurar que sean lo más sencillas posibles y que toquen aspectos clave de la convivencia, como la limpieza, el orden, los gastos o el tener en cuenta cuando las otras tienen exámenes o trabajos que requieren un poco de paz. Obligaciones muy sencillas y cla ritas, como: “La que ensucia, limpia”; “Tu música es para ti, no para todas”; “Tú comes, tú repones” o “Novios fuera en época de exámenes”. Estas reglas han de tener una lógica y ser fáciles de seguir, porque si cada una empieza a usarlas para imponer sus propias manías y neuras va ser peor el remedio que la enfermedad. Recuerda: compartir signifi ca aceptar y tolerar, tanto como que te acepten y toleren. Sólo es necesario marcar los límites.

Una vez hayáis dejado claros estos límites, sólo se trata de respetarlos y de ser un poco fl exible. Compartir apartamento no requiere saber física cuántica, sólo usar un poco el sentido común. Si lo haces y usas el diálogo antes que la confrontación, tus compañer@s de piso pueden llegar a ser grandes amig@s y esta etapa de tu vida, algo que recordarás como una de las mejores. Otro tema recurrente que puede traer mal rollo es el sexo, como nos cuenta Vero Estrada (20): “Compartíamos el piso dos chicas y un chico de nuestro pueblo que ya estaba en quinto de la facultad. Él era un perla, o sea, un ligón empedernido y no paraba de traerse chicas a su habitación. Un día o dos no pasa nada, pero eso parecía la emisión casi diaria del canal porno. Las paredes eran prácticamente de papel y tener serenata cada dos por tres cuando quieres estudiar o dormir te pone de los nervios. Intentamos hablar con él, pero iba a su bola. Este año nos hemos buscado el piso para nosotras dos solas y se ha acabado el problema.”

¿CON QUIÉN COMPARTIR PISO?

Una de las grandes preguntas a la hora de plantearse compartir piso es… ¿con quién? No existe una fórmula mágica sobre esto. Una podría pensar que siempre será mejor intentarlo con alguien que ya conozcas que meterse a vivir con un@ o dos desconocid@s. Pero un montón de experiencias lo desmienten. Las que comparten piso no tienen que ser necesariamente amigas (aunque un poco de buen rollito nunca está de más). Tampoco es imprescindible que tus compañer@ s y tú compartáis afi ciones o que os vayan los mismos rollos. Ahora bien, es aconsejable buscar gente con la que tengas una cierta afi nidad. Vaya, que si eres del tipo tranquilo, casi que te lo pienses dos veces antes de meterte en un piso con la reina de las fi estas. Puede funcionar, vale. Pero será más difícil.

MONEY, MONEY, MONEY

Los temas de dinero suelen ser una fuente de problemas. Lo mejor es dejar clarito el presupuesto y cómo se van a dividir los gastos desde el primer día, evitando así cualquier malentendido. Está bien hacer una reunión, marcar unas pautas y que estén colgadas en la nevera (todo lo que esté por escrito evita malos rollos y escaqueos). Se puede hacer un fondo común al que cada un@ contribuya con la misma cantidad para comprar productos de uso general, o que cada un@ tenga los suyos y que éstos sean sagrados para los demás. Las dos fórmulas funcionan si se siguen estrictamente y desde el principio. Evitad siempre los agravios comparativos y las actitudes en plan “ya pago yo”, las dos son igualmente nocivas para la convivencia. Y además hay que contar con lo que casi siempre pasa: el/la que se escaquea lo que puede a la hora de apoquinar unos euros. ¡Es muy importante tener en cuenta que todo el mundo va justo de pasta! Y recuerda: si alguien tiene algo que decir, ¡es mejor hablarlo desde el principio!

Deja un comentario.

Tu dirección de correo no será publicada.

*