Sierra Espuña y sus Pozos de Nieve

Sierra Espuña es el espacio natural por excelencia de la comunidad de Murcia. Su diversidad ambiental, la belleza de sus paisajes, su fácil acceso y su cercanía a muchas poblaciones le han convertido en el lugar de ocio característico de muchos murcianos. Además es un emblema de la lucha histórica por la recuperación forestal y la conservación del entorno. Por la riqueza de su paisaje y por su amplia extensión son muchas las rutas que se han marcado a través de este territorio, pero una de ellas destaca por su significado histórico. La ruta de Los Pozos de Nieve.

Aunque la ruta como tal no está marcada, no hay un principio ni un final establecido, es aconsejable que el punto de partida se fije en el Collado Mangueta, donde se puede estacionar el automóvil. La distancia en coche que separa Alhama de Murcia de este lugar apenas supera los 23 kilómetros.

Desde el Collado Mangueta, y en una ruta circular que finaliza en el mismo punto, recorreremos en bicicleta los numerosos Pozos de Nieve que aún se conservan en Sierra Espuña, pasando por Malvariche. El recorrido es de dieciocho kilómetros aproximadamente. Aunque, obviamente, depende de las cualidades del ciclista, una ruta sin paradas puede completarse en una hora.

Bordeando el Cerro de Espuña se encuentra, a cinco kilómetros de la salida, una difícil subida al pico Pedro López. A partir de ahí, se cubre una preciosa bajada que llega a las Casas de Malvariche. Es éste uno de los parajes más solitarios de la sierra. En las inmediaciones de las casas en ruinas de Malvariche hay cientos de pequeños fósiles con forma de moneda. Son los Nummulites, pequeños animales marinos con una antigüedad de 23 millones de años, lo que da una idea de los enormes plegamientos alpinos que sufrieron estas capas de sedimentos marinos, hasta quedar mil metros por encima del nivel del mar actual.

Desde allí se continúa por la senda que se dirige hacia el Barranco de Malvariche, donde, por el lado izquierdo, se siente el vértigo de un precipicio. A partir de ahí comienza el ascenso al Collado Blanco. Continuando se llega al punto de partida, tras subir dos collados de 1.200 metros de altura cada uno.

La ruta sorprende por la gran diversidad biológica. Sierra Espuña cuenta con más de mil especies, lo que representa la tercera parte de la flora murciana. Si hay suerte puede aparecer algún ejemplar de la fauna de la sierra, como la ardilla de Espuña, el jabalí, la jineta, el zorro, el águila real y el azor, entre otros. Pero lo que destaca de la ruta son los numerosos pozos de nieve que salen al paso. Alrededor de veinte.

A finales del siglo XVI comenzaron a construirse en esta serranía los primeros pozos para almacenar la nieve que luego se distribuía en forma de hielo en hospitales, ciudades y villas. Todas estas grandes neveras, que podían almacenar hasta 25.000 toneladas de hielo, se construyeron a lo largo de un siglo.

Los “pozos de la nieve” como se les conoce popularmente, fueron levantados con diversos fines: terapéuticos, para conservar alimentos y medicinas, enfriar bebidas y elaborar helados, entre otros. Su consumo llegó a ser tan popular que se transformó en un artículo de primera necesidad y en objeto de fiscalidad por parte de la hacienda real.

Los pozos, que se conservan en desigual estado, son imprescindibles para conocer una de las industrias murcianas más populares y duras, que se prolongó desde el siglo XVI hasta las primeras décadas del XX. En el área de estas construcciones trabajaban centenares de hombres, procedentes de los pueblos cercanos a la sierra, en condiciones extremadamente difíciles.

Estas edificaciones son circulares, de entre seis y ocho metros de diámetro, cubiertas por una bóveda acampanada, generalmente de piedra o ladrillo cerámico macizo, de unos cinco metros de altura.

Cuentan que la nieve, una vez hecha hielo, podía permanecer guardada ocho años, aunque lo normal es que toda la producción se vendiera en Lorca, Orihuela, Cartagena y Murcia. La abundancia de estas construcciones responde a la necesidad que tenían las principales poblaciones de abastecerse de hielo durante los meses de verano. Cada pueblo, de esta manera, disponía de su propio frigorífico.

El medio de transporte más utilizado para acarrearla era la mula, capaz de cargar con 250 kilos, de los que se perdía el 20 por ciento en el trayecto por las condiciones climatológicas, de ahí el dicho “¡ojalá te veas como burro con carga de nieve!”. Este paseo por Sierra Espuña nos traslada a siglos atrás, donde la sierra no fue un lugar de ocio, y sí de trabajo.

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